- Dr, soy un cadaver. Esta creencia del paciente condicionaba toda su vida personal y profesional.
Analizando el problema, tuvo una idea brillante que puso en práctica en la siguiente sesión.
- Digame, ¿los cadaveres sangran? -preguntó el terapeuta.
- Por supuesto que no, todo el mundo sabe que los cadaveres no sangran -respondió el paciente.
Acto seguido, el psiquiatra le hizo un pequeño corte en una mano por el que salieron unas gotas de sangre.
- ¿Qué me puede decir a esto? -le pregunta el terapeuta, satisfecho con su estrategia.
- Cielos!, ahora resulta que los cadaveres sangran -respondió el paciente